El Parque Nacional del Café, símbolo del departamento y el país en el universo turístico nacional e internacional, se duele del hundimiento de Montenegro, del evidente maltrato físico municipal. Los quindianos vemos con preocupación el problema.
Todo turista que pasa por la zona urbana, nacional o extranjero, tiene que ver con el deterioro del otrora incomparable jardín, cuando el civismo tenía en los gobiernos locales, en sus juntas institucionales y en cada uno de los montenegrinos, la mejor expresión de los valores ciudadanos. Ahora es poco el crédito que se ofrece a sus decadentes encantos. Ya no se siente el olor de las flores, ni se respira prosa y poesía, tiempos aquellos en los que engreídos los poetas se ufanaban del verde en la ubérrima tierra y del sublime milagro de su grandeza.
Distinto el paraje rural, otra cosa es el campo, los senderos en los que la luz del sol hace brillar la producción agrícola de una tierra fértil, bendecida por Dios, robustecida por los poderes de su particular naturaleza.
Las administraciones locales de los últimos años han sido inferiores a las obligaciones políticas y sociales con el municipio y han permitido la decadencia que se nota en el ambiente de una circunscripción básica en el componente geográfico, económico, político y social del Quindío. El estado cantinero, la anarquía camina por las calles de Montenegro, se estaciona en sus plazas, se roba sus andenes y senderos y todo, por supuesto, conforma el ambiente que desagrada a sus habitantes porque sencillamente no pueden disfrutar como ayer de los más sencillos derechos ciudadanos.
El menoscabo de los intereses locales del municipio de Montenegro es alarmante. El hundimiento de sus calles, preocupante. Los comerciantes y habitantes de la carrera 6ª con la calle 20 piden con angustia la intervención de las autoridades —demandan gestión del gobierno—, para que no se permita el paso del tiempo sin solución a los problemas que afectan al municipio sede del Parque Nacional del Café. La inseguridad vial por culpa del mal estado que presentan algunas de sus vías, produce desgano y temor en los turistas que ahora apenas eventualmente caminan por sus calles.
Montenegro reclama liderazgo, para que vuelva a ser el municipio, el territorio que mencionó uno de sus poetas, Jairo Baena Quintero cuando le dijo en su canción: “Las bellas manos de Dios/ que semillaron mi tierra/ de cafetos y de azúcar, /de labriegos y poetas,/ hicieron el gran milagro / de que en mis lares ardiera / todo el fuego del amor / bajo un paisaje de estrellas.
Así nació Montenegro /tierra de nobles querencias/ de escritores y de artistas / bajo lunas montañeras, / con patriarcales ejemplos / que los abuelos nos dieron / para sembrar de progreso / los caminos y veredas.
Por eso toda Colombia / contempla mi tierra buena / donde las manos de Dios / con bambucos la tejiera, / con turpiales y jazmines / y amorosas jardineras / y con varones hidalgos / con el civismo en las venas. Y es así que Montenegro / es esmeralda y estrella.
Hay que recuperar las energías que el municipio de Montenegro ha perdido por la orfandad de administraciones buenas, que digan menos y que trabajen más, que respondan a los clamores ciudadanos y que sean capaces de superar las contingencias muchas veces producidas por los arrebatos de los nuevos tiempos.
Asimilar las circunstancias de una época en la que no existen manuales de civismo ciudadano, no implica necesariamente que se tenga que perder la autoridad, el espíritu comunitario y el interés por las cosas buenas y sencillas pero necesarias.
Montenegro tiene que justificar su condición de sede del más importante parque temático del país, un elemento de recreación con vida, en el que se oxigena el cuerpo y el alma de sus visitantes, el Parque Nacional del Café.
Asimilar las circunstancias de una época en la que no existen manuales de civismo ciudadano, no implica necesariamente que se tenga que perder la autoridad, el espíritu comunitario y el interés por las cosas buenas y sencillas pero necesarias.
Montenegro tiene que justificar su condición de sede del más importante parque temático del país, un elemento de recreación con vida, en el que se oxigena el cuerpo y el alma de sus visitantes, “El Parque Nacional del Café”.