El país no ha podido aprender a elegir alcaldes. La Constitución se quedó en veremos en cuanto a la idoneidad y transparencia de todos los alcaldes. Los hay, pero son fáciles de contar. El Quindío por ejemplo, necesita correctivos para mejorar su mapa de alcaldes.
Se han salvado y no en todas las elecciones, las grandes capitales. Bogotá, Medellín, Bucaramanga, Manizales entre otras, pero con muchos altibajos. El desdibujamiento del civismo se enmarca en el desinterés ciudadano. Aquellos que pueden ejercer el voto con independencia y salen a elegir son menos que las personas que en sus mismas circunstancias y condiciones no lo hacen. La pereza electoral le ha hecho terrible daño a la democracia, esa desidia ha permitido que los alcaldes y gobernadores sean elegidos por las minorías y en ellas, un alto porcentaje de sufragios pertenece a las clientelas electorales o al negocio de los empresarios especializados en la compra y venta de votos.
Poco han aprendido los municipios del país y de ahí las reiteradas equivocaciones del pueblo al elegir sus alcaldes. El trabajo honrado como actividad central de la existencia humana dejó de ser un hábito en numerosos municipios que por desgracia no han sabido seleccionar para elegir. El clientelismo le quitó a sus escogidos la responsabilidad social y colectiva que significa ser alcalde y mientras esto sucede, la responsabilidad profesional como el aspecto más importante de la cultura cívica, dejó de existir. Ahora se supone que no hay que trabajar bien porque el prestigio también se compra. No debiera ser así, pero se está viendo con mucha frecuencia en Colombia; el saber gobernar y hacer las cosas bien hechas, en menos importante que el dinero que se pueda ganar.
En escasos municipios se ha logrado la construcción de modelos y formas de vida pública dignos de ser presentados como paradigmas al país. Bogotá con más de 8 millones de habitantes tiene la posibilidad de contar con el mayor número de votos de opinión en Colombia. Sin embargo, su desgracia de ahora demuestra claramente que ni siquiera en las metrópolis o ciudades cosmopolitas se ha podido espantar la corrupción.
El gobierno nacional tiene previsto inaugurar el túnel de La Línea el 16 de julio del 2013 y es entonces cuando municipios del departamento como Armenia, Calarcá y La Tebaida, especialmente, necesitan elegir alcaldes visionarios y para que primero que cualquiera otra cosa, rompan la cadena de la corrupción. Los gobiernos locales tienen que orientarse mejor —como ya afirmamos en otra oportunidad— desatotolondrarse para que pueda la región hacer aprovechamiento de la obra de infraestructura vial más importante del país, el túnel de La Línea.
El crecimiento de los municipios y el aumento de negocios que generen empleo y consecuencialmente desarrollo y progreso, depende de lo visionarios que sean los alcaldes de los próximos cuatro años a partir del 1 de enero de 2012. Tanto el gobierno departamental como los alcaldes de los municipios deben entrar en sintonía con el desarrollo, pero los electores, deben elegir a quienes estén en capacidad plena de aportar energía a la prosperidad del departamento. Deben conocer lo público. Un ejemplo, el caso de Calarcá. La ciudad necesita un alcalde interesado en el desarrollo local de las obras viales proyectadas a partir del túnel de La Línea.
Tiene que articularse el plan de ordenamiento territorial con todas las vías que seguramente van a surgir en desarrollo de la ruta del pacífico que partiendo de Bogotá llegará al puerto de Buenaventura. Eso va en serio, el país no puede esperar más tiempo para desarrollar su infraestructura vial sobre todo en las partes más neurálgicas y de conveniencia social para la nación entera. Candidato a la alcaldía que no entienda en Calarcá la trascendencia de esta obra y el compromiso de la ciudad frente a ella, no puede ser elegido.
El compromiso de los electores locales es superior y de más alta responsabilidad que el de votantes de otros municipios. Va siendo tiempo de aprender a elegir alcaldes en Colombia y en el Quindío —en algunos casos— también se pueden elegir mejores.
Poco han aprendido los municipios del país y de ahí las reiteradas equivocaciones del pueblo al elegir sus alcaldes. El trabajo honrado como actividad central de la existencia humana dejó de ser un hábito en numerosos municipios que por desgracia no han sabido seleccionar para elegir. El clientelismo le quitó a sus escogidos la responsabilidad social y colectiva que significa ser alcalde y mientras esto sucede, la responsabilidad profesional como el aspecto más importante de la cultura cívica, dejó de existir. Ahora se supone que no hay que trabajar bien porque el prestigio también se compra. No debiera ser así, pero se está viendo con mucha frecuencia en Colombia; el saber gobernar y hacer las cosas bien hechas, en menos importante que el dinero que se pueda ganar.
En escasos municipios se ha logrado la construcción de modelos y formas de vida pública dignos de ser presentados como paradigmas al país. Bogotá con más de 8 millones de habitantes tiene la posibilidad de contar con el mayor número de votos de opinión en Colombia. Sin embargo, su desgracia de ahora demuestra claramente que ni siquiera en las metrópolis o ciudades cosmopolitas se ha podido espantar la corrupción.
El gobierno nacional tiene previsto inaugurar el túnel de La Línea el 16 de julio del 2013 y es entonces cuando municipios del departamento como Armenia, Calarcá y La Tebaida, especialmente, necesitan elegir alcaldes visionarios y para que primero que cualquiera otra cosa, rompan la cadena de la corrupción. Los gobiernos locales tienen que orientarse mejor —como ya afirmamos en otra oportunidad— desatotolondrarse para que pueda la región hacer aprovechamiento de la obra de infraestructura vial más importante del país, el túnel de La Línea.
El crecimiento de los municipios y el aumento de negocios que generen empleo y consecuencialmente desarrollo y progreso, depende de lo visionarios que sean los alcaldes de los próximos cuatro años a partir del 1 de enero de 2012. Tanto el gobierno departamental como los alcaldes de los municipios deben entrar en sintonía con el desarrollo, pero los electores, deben elegir a quienes estén en capacidad plena de aportar energía a la prosperidad del departamento. Deben conocer lo público. Un ejemplo, el caso de Calarcá. La ciudad necesita un alcalde interesado en el desarrollo local de las obras viales proyectadas a partir del túnel de La Línea.
Tiene que articularse el plan de ordenamiento territorial con todas las vías que seguramente van a surgir en desarrollo de la ruta del pacífico que partiendo de Bogotá llegará al puerto de Buenaventura. Eso va en serio, el país no puede esperar más tiempo para desarrollar su infraestructura vial sobre todo en las partes más neurálgicas y de conveniencia social para la nación entera. Candidato a la alcaldía que no entienda en Calarcá la trascendencia de esta obra y el compromiso de la ciudad frente a ella, no puede ser elegido.
El compromiso de los electores locales es superior y de más alta responsabilidad que el de votantes de otros municipios. Va siendo tiempo de aprender a elegir alcaldes en Colombia y en el Quindío —en algunos casos— también se pueden elegir mejores.
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