Los límites en la educación del adolescente
La mayoría de los padres que hoy tenemos 40 o más fuimos educados con límites estrictos y estos solían aplicarse de manera violenta. También nos tocó transitar la infancia y adolescencia en un ping-pong de breves gobiernos democráticos o quizá largas dictaduras, en fin conocimos el autoritarismo y el rigor para lograr, supuestamente, el orden y la paz social. A lo mejor por esas experiencias, muchos elegimos no ser autoritarios y poner pocos límites.
El panorama se completa con un ritmo de vida agitado y poco tiempo disponible para compartir con nuestros hijos y el resultado es que hemos llegado a una situación de complacencia con los niños y adolescentes. Gran cantidad de padres de hoy sienten que no pueden con sus hijos, que ya no saben qué hacer para que el niño respete a los mayores y cumpla con sus obligaciones
Por qué y para qué los límites
En primer lugar tenemos que tener claro por qué son necesarios los límites y para qué los ponemos. Los límites son una medida de protección y una manera de acostumbrar a los niños a pautas de convivencia social. Un bebé no se puede valer por sí mismo y los padres preparamos cunas y sillitas donde estén cómodos y no puedan caerse ni lastimarse. Cuando caminan permitimos que se desplacen por la casa pero no dejamos que caminen solos en el barrio o calle para que no los atropelle un auto, les enseñamos qué cuidados deben tener y esperamos varios años para que puedan cruzar la calle solos. A medida que crecen adquieren mayor autonomía y los papás mayor confianza en ellos y su capacidad de cuidarse.
Tal vez en otras áreas de crecimiento de los niños no nos resulten tan claras las medidas que debemos tomar ¿cuándo está preparado para realizar un paseo con amigos y sin ningún adulto? ¿Cuándo puede salir de noche y con qué frecuencia? ¿Cuánto tiempo es saludable que esté en la computadora? ¿Por qué le va mal en la escuela, tengo que tomar alguna medida? ¿Está bien que mi hijo participe en grupos políticos o religiosos? ¿Tengo que respetar su derecho a elegir cómo vestirse y peinarse?
Ponemos límites para delimitar un espacio en el que el niño o adolescente pueda desempeñarse sin poner en riesgo su integridad ni la de otras personas. Permitimos que se caiga un par de veces antes de aprender a andar en bicicleta pero no le damos un auto a los diez años. Asimismo tengamos en cuenta que en la construcción de su personalidad y de vínculos tan importantes como la amistad o la pareja tendrán que sufrir algunos porrazos como parte de su crecimiento.
La autonomía
La autonomía es un largo proceso, se da en etapas, por ejemplo cuando ya tiene edad para salir de noche con amigos es porque consideramos que puede cuidarse solo esa noche en un determinado lugar y que es capaz de volver al hogar al terminar ese programa. Es probable que estas nuevas posibilidades lo deslumbren y quiera salir muy a menudo sin lograr todavía una regulación que le permita descansar lo suficiente y procesar las emociones y sensaciones que la nueva actividad le despierta. Para eso estamos los padres, para ayudarlo a aprender a regular permitiéndole que salga algunas veces y otras no y poniéndonos firmes cuando vemos que se está pasando de vueltas.
Poner límites requiere firmeza y convencimiento en lo que hacemos, no hace falta enojarse, ni gritar. Lo que hace falta es una gran dosis de paciencia y autoestima pues los berrinches de los niños y las reacciones agresivas de los adolescentes son muy intensas. Poner límites es un acto de protección, no un juego de poder.
Fuente: Revistas Bekaritos
Claudia Lorena Zuluaga P
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