Llevamos poco más de 30 años hablando del dinero en la política pero como en Colombia más que las leyes fallan los hombres que forman parte de la clase dirigente, el problema sigue, con efectos perversos para la democracia. Ha pasado en el Quindío.
Recuperar la noción del bien y del mal y medir con extremado cuidado la moral pública de quienes aspiran a dirigir el Estado que los somos todos, los municipios y los departamentos, debe ser uno de los objetivos quindianos en el proceso democrático de este año. Hay que hacerlo para poder acabar con los arrepentimientos y para que en las reacciones individuales nadie tenga que decir: “no vuelvo a votar”.
Hay que seguir firmes en la inamovible convicción de que la gente de bien terminará juntándose para lograr las metas comunes que todos anhelamos. Se tiene que seguir buscando el castigo de los malos, de todos los aprovechadores del cuarto de hora y de los inmorales e ineptos que salen a buscar dinero para sus campañas políticas de donde sea no importa de dónde venga. No hay que dejar que sigan tambaleando las normas de la civilización.
El dinero no puede seguir haciendo daño en la política y se tiene que restablecer el orden moral hasta que los buenos, si es necesario, puedan pasar por encima de los corruptos que vienen contaminando la nación desde hace más de 30 años.
Muchos de los males que hoy golpean al Quindío con más fuerza que antes, provienen de la falta de crítica. Se impuso en algunos sectores de la sociedad, inclusive empresariales y de la misma política, la costumbre de hacer concesiones a la amistad social y a la política, y no se critica como debe ser, con franqueza y sobre todo con autoridad moral. El crítico, todo aquel que de manera sistemática y sin bajar la guardia defiende los intereses generales, los valores y principios, se va convirtiendo en un perturbador y en muchas ocasiones se dice que su posición obedece a que detesta a alguien. La nobleza de la función crítica no puede dejarse desvirtuar y por el contrario, se necesita de críticos con elevado criterio para luchar contra la desadaptación moral de la política.
Existe por lo demás un conflicto ético y que hace parte de la descomposición moral, la crítica utilizada para el chantaje y la extorsión. La verdadera y necesaria crítica no puede ser dependiente, porque la dependencia aniquila las buenas y mejores intenciones del crítico, verbigracia, los que sobre estos temas consideramos que el dinero le hace un terrible daño a la política. El dinero la pudre y hace que quienes lo reciban para su beneficio y/o para el favor particular y el enriquecimiento ilícito cuando los nominados o elegidos conquistan posiciones políticas, se conviertan en unos pobres miserables arrodillados a un dinero que en esas condiciones no es otra cosa que “riqueza maldita”.
Decía Ortega y Gasset, “La función intelectual es pensar en contra” sentencia que en forma dramática expresa la responsabilidad moral del crítico o del escritor que lo hace.
Juan Diego Jaramillo quien fue presidente de Anif, presidente del concejo de Bogotá y embajador ante la asamblea general de las Naciones Unidas, murió estando aún muy joven. Antes de su deceso recibió el Premio Simón Bolívar al mejor columnista y que lo fue de la revista Semana, El Tiempo, de El Espectador y El Siglo y dijo en una de sus mejores épocas comenzando la década de los 90, que “si hubiesen existido periodistas en el siglo XIV, Dante les habría adjudicado un círculo caliente, en el infierno, a aquellos que perdonan siempre la pregunta esencial.
A los que entrevistan con el propósito deliberado de exonerar, perversión esta tan repudiable como su contrario, cuando el propósito es sentenciar”. Sólo le faltó a este ilustre colombiano y excelente periodista, decir que “la tal mencionada perversidad es también producto del dinero en la política”. Por supuesto que sí. Fue el narcotráfico primero, fueron todos los expertos en enriquecerse ilícitamente los que introdujeron el dinero a la política y han sido los responsables de comprarlo todo, hasta descomponer el país y postrarlo como en efecto lo está. La tolerancia a todo esto, es una forma de complicidad. La influencia del dinero en la política, es definitivamente perverso.