La avenida Centenario fue construida como homenaje a los 100 años de Armenia celebrados en 1989 y para mejorar la movilidad urbana vehicular incluido el transporte público de pasajeros, pero nunca para que se cometieran los abusos de ahora.
Hay conductores que sobrepasan la velocidad máxima autorizada en las autopistas del país. Se creen amos y señores de las vías públicas y hacen uso excesivo e indebido de esta avenida sin que se imponga la presencia de las autoridades de tránsito para sancionarles con severidad. Estos son los casos en que debieran imponerse multas sin consideración alguna. Para prevenir accidentes y ofrecer seguridad vial urbana las autoridades de tránsito están en el deber de aplicar controles efectivos. La avenida Centenario no puede ser una vía rápida; sobre sus costados existen colegios de bachillerato, preescolares, está el Servicio Nacional de Aprendizaje —Sena— y por ésta se movilizan a pie miles de personas, estudiantes de los frentes especializados que ofrece el Sena en la ciudad a todos los quindianos. Sobre ella está el comando del departamento de Policía Quindío y más al norte el batallón de servicios Cacique Calarcá, unidad táctica y para la logística militar adscrita al comando general de la VIII Brigada. Se necesita entonces la aplicación de controles y una regulación de la velocidad para impedir que irresponsables conductores manipulen velocidades peligrosas para la seguridad ciudadana.
La carrera 6ª —que corresponde en la nomenclatura urbana de Armenia a esta avenida— tiene puntos neurálgicos y aunque cada vez es más transitada por automotores que llegan de Risaralda y Caldas o que salen hacia esos departamentos vecinos, las autoridades de tránsito han dejado pasar el tiempo sin aplicar soluciones —no obstante el aumento del peligro—. Faltan reguladores o controladores de velocidad distintos a los que se ubican anárquicamente frente a los comandos de Policía y del batallón de servicios, que más que controlar aboca mayormente al peligro. La vía tiene una falla técnica frente al comando que la ve un ciego: un boquete que no puede hacer parte del trazado vial en un lugar como este pero que se lo inventaron para probar que en Armenia en materia de organización o mejor, de desorganización vial, cada cual hace lo que cree que resuelve su particular problema.
Hay que enseñar; Armenia es una ciudad con muchas necesidades en materia de educación ciudadana y las campañas que se llevan a cabo no son suficientes. Hay que educar sobre la velocidad máxima y mínima adecuada. No adelantarse por la derecha es una norma que pocos cumplen; dar paso a vehículos de policía, ambulancias y bomberos no se entiende como obligación, sino como cortesía y como no todo el mundo es cortés, esto no se hace ejemplarmente como en ciudades educadas en materia de tránsito. La distancia con relación al vehículo que antecede, los cinturones de seguridad, en términos generales las normas de tránsito no se hacen cumplir y lo único que preocupa a los encargados de la vigilancia son los documentos, la cédula, el pase de conducción, la identificación vehicular, el Seguro Obligatorio de Accidentes de Tránsito, etc., todo lo cual es importante, pero en Armenia resulta prioritario educar a los conductores, a la ciudadanía sobre las normas de tránsito y para que el peligro ceje de ser acecho en las vías de la capital quindiana. Muy poco verificamos en el Quindío el estado del vehículo cuando salimos del parqueadero —si está funcionando bien, regular o mal—. No se maneja con velocidad regulada sobre el pavimento mojado. No todos los padres de familia cumplen con la norma de llevar en el puesto de atrás y con cinturón de seguridad a los niños; en Armenia los conductores siguen consumiendo alcohol, sobre todo los fines de semana, cuando se violan todas las normas de tránsito y ocurren estos comportamientos por falta de una constante en la educación ciudadana. Hace una semana se presentó un accidente en la avenida Centenario que dejó 15 heridos, algunos de gravedad y es que en esta vía abunda la irresponsabilidad de conductores sin inescrúpulos y la falta de autoridades de tránsito que eduquen y sirvan como se tiene que hacer en la ciudad.
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| EDITORIAL CRÓNICA DEL CAFÉ - ARMENIA |