Los valores: un buen punto de partida y de llegada
Es un lugar común hablar de la crisis de valores que vivimos y que se manifiesta entre otros, en la gran dificultad para aceptar la diferencia, la ausencia de respeto frente a las necesidades de los demás, la incongruencia entre lo que se piensa y lo que se hace, la apropiación indebida de los bienes públicos, la indiferencia ante el dolor de los demás o la agresividad como primera reacción. Para algunos el apego a la moda, las cosas y el dinero se vuelve su meta, mientras que otros persiguen obsesivamente el éxito a través de la acumulación de datos, información y conocimiento.
En el mundo actual los valores están sujetos a múltiples y particulares interpretaciones. No existe un verdadero acuerdo con respecto a lo que se considera correcto o incorrecto, válido o inválido, legítimo o ilegítimo. Esto crea confusión y dificultad para decidir como pensar y obrar en un momento determinado. Es así, como un padre puede creer que decir la verdad es un valor fundamental, pero a la vez inventa justificaciones para salir de un apuro, o una maestra puede reaccionar de manera agresiva e intransigente ante un alumno que cometió un error, al tiempo que promueve el diálogo y la resolución pacífica de los conflictos.
En este contexto se hace urgente insistir sobre la reconstrucción de los valores, pues de ellos depende que tengamos una vida grata, alegre, en armonía con nosotros mismos y con los demás y en la que podamos desarrollarnos plenamente como personas. Los valores hacen posible la convivencia, nos ayudan a hacer un mundo más habitable y a mejorar la calidad de nuestra existencia. Su práctica nos hace más humanos y mejores personas, porque nos acerca a la bondad, la tolerancia, el compromiso y el amor.
Los valores se aprenden
No poseemos las virtudes morales por naturaleza; se desarrollan mediante el hábito y se consolidan ejercitándolas; es decir se aprenden en la medida en que se ponen en práctica y se da testimonio de cada uno de ellos.
Los valores se construyen en un proceso que dura toda la vida, pero que tiene su momento crítico en los primeros años, cuando se sientan las bases de lo que será la estructura ética del adulto. Aprendemos a hacer las cosas al realizarlas: los hombres aprenden el arte de pintar, pintando y a tocar guitarra, tocándola. Así mismo, al realizar actos de justicia aprendemos a ser justos, al practicar la autodisciplina a ser disciplinados y al decir la verdad a ser honestos.
Los valores son una decisión, un acto valeroso que requiere esfuerzo, desprendimiento, generosidad, entendimiento y sensibilidad. Aspirar a estos valores es algo que reclamamos para volver plenamente humanas a las personas y a las instituciones.
Una reflexión
Quien es respetuoso puede aceptar la diferencia.
Quien acepta la diferencia se esfuerza por tener autodominio.
Quien tiene capacidad de autodominio se torna más flexible.
Quien es más flexible puede llegar a ser más tolerante.
Quien es más tolerante puede comprender al otro.
Quien puede comprender al otro es responsable.
Quien es responsable puede decidir pensando en sí y en los demás.
Quien puede decidir pensando en sí y en los demás, asume un compromiso.
Quien asume un compromiso respeta los derechos del otro.
Quien respeta al otro puede actuar con bondad.
Quien actúa con bondad logra ser solidario.
Quien logra ser solidario se abre al amor.
Quien se abre al amor vive con armonía.
Adaptado del libro Crecer con Valores. Autores María Elena López y Daniela Violi.
Por: María Elena López Jordán
Psicóloga de Familia