Ese temor debe ser superado pero siempre es bueno que no se pierda el respeto a la piscina o al mar.
A pesar de que en el vientre materno el bebé se encuentra en un medio acuoso, pueden ser diversos los motivos por los que el niño tenga miedo al agua.
Es posible que ese temor lo tenga desde bien pequeño cuando se le hace la higiene diaria, como que le surja en el momento en el que acuda por primera vez a la piscina.
“Para un niño, el medio natural no es el agua, no sabe cómo desenvolverse en un entorno que le parece desconocido, que le provoca un cambio de temperatura en el cuerpo, en el que no hay punto de apoyo y desconoce lo que hay bajo la superficie, muchas veces ese miedo al agua viene provocado involuntariamente por los padres o tutores, que fuerzan ese primer contacto y no dejan de repetir ‘no tengas miedo’, indirectamente esa frase puede hacerle entender que algo puede pasar”, explicó la psicóloga infantil Pilar Sánchez Núñez.
En ocasiones, los chicos reciben, como denominan los profesionales, una educación hidrofóbica, en la que el padre o la madre proyectan el miedo a su hijo. También puede ser causa de algún traumatismo vivido o presenciado. Ese temor debe ser superado, pero siempre será bueno que no pierda el respeto a la piscina o al mar.
“Lo primero para superar el miedo es que no se sienta forzado ni solo, es preferible que, si se trata de un curso de natación, vaya acompañado de uno de los padres, pues siempre le dan mayor seguridad que un desconocido. Además, si hay otros niños, comprobará como aprenden a nadar y de igual forma puede llegar a disfrutarlo”, aseguró la especialista.
Hay que explicarle adecuadamente lo que es el agua, lo que se puede hacer en ella, lo satisfactoria que es, incluso se debe explicarle los movimientos para que se sienta confiado. Al hacerlo lo que va a sentir es seguridad la actitud debe ser positiva y nunca soltarlo sin que sea consciente y esté de acuerdo.
“Para evitar que se desarrolle el miedo al agua, hay que poner en contacto a los niños desde que son pequeños. No hay que forzarlos ni imponérselo. Por lo general, eso suele resultar peor. Hay que ir despacio, con calma, y que pueda ver que el padre también esta relajado, que no pasa nada por entrar al agua. Explicarle paso a paso lo que se va a hacer y lo que va a sentir y que no lo tome de improviso”, aseveró Sánchez Núñez.
Los padres o acompañantes del pequeño no deben hacer movimientos bruscos, ni asustarlos con juegos que le inculquen temor, tiene que sentir confianza y seguridad.
A medida que vaya progresando, hay que demostrarle su valentía, lo animará a seguir avanzando y se dará cuenta que en poco tiempo, disfrutará de los diversos juegos que se pueden realizar en el agua.
“Cabe aclarar que en los más chicos el miedo al agua es normal, puesto que se están enfrentando a algo desconocido y muy grande para su mundo y visión como infantes. En muchos casos la hidrofobia se convierte en una enfermedad psiquiátrica que debe ser tratada por un especialista en el tema que le ayude al individuo a superar con tratamiento el miedo excesivo al agua.
“En ocasiones las personas afectadas se ven enfrentadas a situaciones de peligro en paseos familiares y no pueden reaccionar de manera concreta y segura llegando incluso hasta morir ahogados por el pánico que les produce las corrientes de agua”, concluyó Pilar Sánchez Núñez.
Causas
-Miedo por inseguridad física.
-Temores ante amenazas psicológicas.
-Educación hidrofóbica por parte de los padres.
-Eventos traumáticos por posibles ahogamientos.
Factores internos
-La actitud hacia el propio cuerpo.
-La personalidad del deportista.
-La edad y el género.
-Las perspectivas de meta.
Factores Externos
-Los padres.
-Los profesores.
-Los compañeros.
-Riesgos.
-El miedo al agua.
-El material utilizado.
Por: Yaqueline Hurtado Domínguez